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Alonso de Contreras, soldado de los Tercios es el segundo volumen de la colección de Historietas de Desperta Ferro Ediciones y El Fisgón Histórico, una original apuesta de cómics de historia que tratará de acercar al público infantil, juvenil y por qué no, también adulto, las andanzas de populares personajes históricos de forma didáctica a la vez que divertida, valiéndose del poderoso lenguaje visual del cómic pero siempre recurriendo a las fuentes históricas. Tras la senda abierta con el primero volumen, Harald, el último vikingo, en este caso viajamos al Siglo de Oro español con un emblemático personaje, Alonso de Contreras (1582-1645), militar y corsario español que nos legó unas ricas memorias (Vida de ese capitán) llenas de peripecias, aventuras y desventuras. Galeras y cañonazos en batallas navales contra los temibles turcos, picas en Flandes y espadachines en callejuelas oscuras, corso en las Indias contra los piratas ingleses y presidios en la frontera más lejana de ese Imperio español en el que no se ponía el sol. ¡Voto a Bríos! Alonso de Contreras nace en la «muy noble villa de Madrid» el 6 de enero de 1582, hijo de Gabriel Guillén y Juana de Roa y Contreras. Y aunque le hubiesen bautizado como Alonso de Guillén, al empezar a servir al rey tomó el apellido de su madre, y así pasó a la posteridad. Sus padres eran pobres, y tuvieron dieciséis hijos, de los cuales quedaban vivos solo ocho cuando el padre murió, un buen ejemplo de la tremenda mortalidad infantil de la época. Alonsillo debía ser una buena pieza, porque él mismo nos cuenta todos los jaleos en los que se metía en la escuela, uno de ellos tan serio que incluso le costó un año de destierro en Ávila. Con catorce años decide que lo que quería era ser soldado, así que convence a su madre para que le deje marchar. Una camisa y un par de zapatos es todo lo que la buena mujer le pudo regalar, y los zapatos los perdió al día siguiente jugando a los naipes… ¿Te hemos dicho que era una pieza? Alonso llegó a Italia, y de Milán bajo a Nápoles y a Sicilia, curtiéndose en diferentes percances de taberna, para entrar al servicio de las galeras de la Religión, que es como se llamaba a la flota de la Orden de Malta. La interminable guerra de corso que esta y la Monarquía Hispánica libraban contra el Turco por todo el Mediterráneo le iba como anillo al dedo a nuestro héroe, que pronto asciende para capitanear una nave. Abordajes, persecuciones a cañonazos, acciones de comando… todo para gastarse el botín jugando a los dados, o a los piojos (sí, has leído bien). Alonso regresaré a Madrid, para, convertido en capitán, reclutar soldados y verse envueltos en lances galanes y de espada, hacerse ermitaño, arrepentido de su mala vida, sobrevivir al desastre de la Mahometa ¡y hasta ser acusado de querer encabezar una rebelión morisca! De ahí, a América y a pelar con los piratas ingleses en el Caribe. Y siempre con tiempo para acudir a un corral de comedias con Lope de Vega o invitar a un veterano a vino para que le cuente sus desventuras en Flandes.